sábado, 4 de febrero de 2012

Escucho un grito, me atraviesa el pecho. No… Por favor, no. Me levanto de la cama tirando las sábanas por el suelo, sin buscar mis zapatillas… es que ni siquiera pienso en ello. Solo busco. Solo corro por el pasillo de mi casa hasta verla, llorando. Me detengo y me mira con los ojos realmente entristecidos y borrosos, horribles.
- ¡¡Llama a la maldita ambulancia!! – Logra balbucear.
Saco el móvil de mi pantalón, con las manos temblando, al borde del colapso.
- Por favor, una ambulancia. Ahora... – Cuelgo.
Me acerco a ella, sigue llorando sin entrar al baño, solo está llorando, bajo el marco de la puerta, llorando de verdad, con dolor. No sé si quiero mirar lo que ocurre dentro, no quiero verlo y creerlo.
Está tirado… Está en el maldito suelo lleno de sangre roja, pringosa, parece un sueño, parece que es una broma, que solo lo ha hecho para que nos asustemos.
- H… - Me acerco a él mientras que su madre no para de gritar, ni llora, solo grita y me pone histérica, quiero que se calle. - ¿H?
Tiene los ojos cerrados y las muñecas realmente abiertas. Es mentira, solo es un juego y por una vez prefiero perder yo. Le sujeto de las dos muñecas con fuerza, manchándome de sangre las rodillas que apoyo en el suelo, aprieto uniendo su piel, quiero que deje de sangrar, no me gusta el maldito juego, no quiero que se vacíe. La vieja zorra sigue gritando. Yo intento no pensar, me pesa la cabeza, el olor a sangre me marea, me serena… H y su segundo intento, quizás el definitivo… Maldita sea… No lloro, no me sale, mis ojos están secos, solo el sudor frío me recorre la piel, la espalda me da latigazos, como relámpagos de dolor, aprieto con más fuerza los malditos cortes que el maldito mutante se ha hecho para acabar con su puta vida. Es un idiota… es… me parece increíble.
Alguien me coge de la cintura, apartándome de él mientras resbalo en su sangre roja, no sé quién es pero me hace daño en las costillas. Se lo llevan, lo levantan del suelo y se lo llevan sin decirme absolutamente nada. Yo no sé si estoy hablando, no sé si de verdad estamos aquí… Tampoco puedo escuchar nada, no entiendo… Solo queda el vacío del un charco enorme de sangre y mis huellas corriendo a mi habitación. ¿Qué? Cojo el abrigo y me pongo el calzado sin calcetines ni nada, ni me doy cuenta de que estoy llena de su sangre. Respiro mal.
- ¡Dios mío! B… B…
- Estoy bien, estoy bien… Estoy bien…
- Cariño… Cariño. ¿Qué haces aquí?
- Se han llevado a H, van a…
- Sal de la bañera preciosa. - ¿Bañera?
- ¿Qué dices papá?
- Ven… tienen que limpiar esto… Ven preciosa.
- ¿Dónde estoy? – Estoy confundida. - ¿Dónde está H?
- Ven.
- ¡DÉJAME! – Miro mis manos, siguen rojas, manchadas. - ¿Dónde está?
- B. Quizás… Quizás no vuelva.
Quizás no vuelva… Quizás no vuelva… Quizás no vuelva… Quizás no vuelva… Quizás no vuelva… Quizás no vuelva… Quizás no vuelva… Quizás no vuelva… Quizás no vuelva… Quizás no vuelva… Quizás no vuelva… Quizás no vuelva… Quizás no vuelva… Quizás no vuelva… Quizás no vuelva…
¿Qué clase de contestación es esa?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Miau.