Cuando dormías nunca me dabas miedo, eras tan guapo y tan callado, me encantaba verte vulnerable entre las sábanas, en cuanto abrías los ojos me despojabas de toda mi seguridad y me cubrías con tu soberbia que tanto daño me hacía, que tanto me gustaba, maldita sea. ¿A quién le puede gustar el daño? Supongo que tenemos defecto de fábrica porque lo nuestro no puede ser normal.
BLAME.
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