Noviembre, que dulce eres. El frío nos acorrala entre remolinos casi
invisibles. Me encanta, es tan simbólico, tan peligroso. Solía ser un
refugio, ahora solo quedan recuerdos.
No soy persona.
No soy la que conoces y supongo que no volveré a serlo. Creo que no
sería capaz de dar marcha atrás, sinceramente no se como he llegado a
este despropósito de vida. No lo se. Vivir se me hace aburrido y
monótono, no recuerdo el famoso calor, ni las noches en vela. Ahora solo
soy eficiente en lo que se me pide y muy aburrida.
Ya no
quiero hacer bromas, me cuesta más emborracharme y no hablemos de
llevar coleta. ¿Pasa a todo el mundo? Me he convertido en lo que no
quería ser. En alguien que no ama lo que hace, una persona que no sabe
reírse con las mismas ganas. Ya no me gustan las chicos, ni las chicas,
ni nada. No me gusta nada, no me miro al espejo, no me maquillo y llevo
gafas. No soy espontánea y mi ignorancia queda patente en todo lo que
hago o digo, ya no aprendo, ya no me importa.
Bien
sabe cualquiera que se haya interesado en conocerme que siempre he
hablado alto, que me gusta torcer los ojos, que me encanta ser
siniestramente mala a la hora de ligar y que mis sueños no estaban tan
vacíos como lo están ahora.
No quiero que nadie me salve, ya no, solo quiero desaparecer y que nadie me recuerde.