Desde que discutimos anoche no he sabido nada de él, supongo
que su orgullo no le dejará pedirme perdón por lo estúpido que fue. Es su
culpa, no la mía, o eso quiero creer. Enciendo un pitillo y me doy cuenta de
que es su paquete de tabaco, me da rabia porque ni siquiera fumamos la misma
marca. Me miro al espejo y chasqueo la lengua, me siento fea y le echo de
menos.
Escucho la puerta de la entrada, no puede ser más que él.
Efectivamente, abre la puerta y sus ojos chocan contra los míos. Hace una
mueca, la cual no puedo describir y entra a la habitación como si le importara
una mierda que yo estuviera ahí. Puto gilipollas.
- ¿Has cogido un cigarro? – Se enciende uno mientras me
evalúa.
- Si, lo he cogido. – Digo bajándome la camiseta para que no
me vea las bragas.
- ¿A ti no te importa nada verdad? – Esa pregunta me pilla
tan de improvisto que no se qué contestar, me limito a expulsar el humo por la
nariz, apago el piti y me levanto de la cama deshecha, no me gusta que me hable
así. – Contéstame.
Me coge del brazo y me tira hacía él, mi primer instinto es
apartarme y pero tenerlo tan cerca hace que mi estómago de un vuelco. Me aparta
el pelo de la cara con media sonrisa en la boca y me dice al oído lo guapa que
estoy. Eso me enfada y me agrada a la vez.
Pone su mano sobre mi muslo y doy un respingo, tiene las
manos frías. Lo miro y apaga el cigarrillo contra el cenicero.
- ¿Qué haces? – Le digo mientras que aparto su manaza de mí
y me dispongo a salir de la habitación.
- ¿Quieres cerrar esa boca de una vez? – Murmulla
atrayéndome hacía él. – Hazlo.
Me besa el cuello y mete su mano por dentro de mis bragas y
empieza a acariciarme, sabe perfectamente cómo debe hacerlo, despacio, sin
prisas, haciendo que mis piernas tiemblen cada vez que me toca el clítoris. Lo
miro a los ojos suplicándole que no pare, me mete dos dedos dentro de mi vagina
mientras me aprieta contra la pared, su cuerpo caliente bajo la camiseta hace
que me moje aún más.
- ¿Te gusta? – Me dice al oído. No quiero darle la
satisfacción de escucharme decir que sí. Me muerdo el labio e intento apartarme
de él. – Joder claro que te gusta.
Saca los dos dedos de mí y se los lleva a la boca, me
sonríe.
- Estás riquísima. – Se relame y me besa la boca, tirándome
a la cama. Me quita la camiseta y me deja en bragas, se levanta un momento para
observarme y sonríe. - Ojala no fueras tan venenosa.
Me limito a mantenerle la mirada, acto seguido se quita la
camiseta y se echa sobre mí, su peso contra mi cuerpo hace que
involuntariamente empiece a mover las caderas rozándome contra él, sus manos
inquietas me aprietan las tetas, su boca me muerde los pezones y miro al techo
intentando no parecer que me está encantando notar su boca bajando y bajando…
Me quita las bragas, están mojadas, como yo, comienza a
morderme los muslos por dentro, a veces me hace daño pero no suelto ni un
quejido… hasta que me comienza a lamer sin ninguna vergüenza mi coño, noto su
lengua mientras que sus brazos rodean mis muslos para que no me escape.
Comienzo a respirar fuerte, intento mantener la compostura pero ya la he
perdido en realidad. Le cojo del pelo y me mira, está divirtiéndose de lo
lindo, es un cerdo.
Sube hasta mi pecho y vuelve a entretenerse con mis tetas
hasta que sus ojos chocan con los míos.
- ¿Quieres que te la meta? – Su sonrisa burlona me hace
enfadar. - ¿Quieres o no?
Comienza a rozar su polla contra mi coño sin llegar a
meterla, consigue que sea un suplicio, me muerdo el labio y sin quererlo
comienzo a mover las caderas a su compás. Solo quiero que me la meta.
- Si.
Sin pensarlo dos veces me abraza y todo su peso cae sobre
mí, noto como entra, despacito, sin hacerme daño, comienza a moverse dentro de mí
mientras que me acaricia el pelo, mordiéndome el cuello, yo le rodeo con mis
piernas y comienzo a acariciarle la espalda, comienza a ir más rápido y mi
respiración se acelera.
Me pone a cuatro patas sin miramientos, y me la mete sin
piedad, coge mi pelo y me muerde la espalda, hace que de un respingo cuando
comienza a tocarme el coño sin compasión.
- Mira qué guapa estás cuando no hablas. – Me levanta la
cabeza tirándome del pelo y nos vemos los dos reflejados en el espejo de mi
tocador, me sonrojo sin quererlo, se da cuenta y me besa el cuello. – Eres
perfecta aunque no lo creas. Ahora quiero que me folles.
Cuando me deja llevar la iniciativa me desborda, pero actúo
en consecuencia, se acuesta en las sábanas húmedas y me siento sobre esa polla
tan bonita que tiene y comienzo a mover las caderas. Me las coge para marcar el
ritmo, sé que no puede evitarlo así que lo cojo de las muñecas y pongo sus
brazos contra la almohada, le gusta y me besa mientras que seguimos follando
frenéticamente hasta que comienza el inherente orgasmo cuando follo con él, me
corro encima suya mientras que el me sujeta de las caderas, echo mi cuerpo
hacía atrás y gimo sin quererlo, cierro los ojos y me echo sobre su cuerpo
tembloroso. No puedo respirar, lo tengo aún dentro de mí. Me susurra algo que
no logro entender, un chasquido de un mechero, el humo del Lucky Strike y su
beso en la mejilla hace que no quiera separarme jamás de él.